lunes, 8 de octubre de 2012

MARIPOSAS BLANCAS- ANIMAS QUE ESPERAN


Cuando el aire se lleva las nubes que durante meses han cubierto la Sierra de Zongolica, el Pico de Orizaba se deja ver majestuoso mientras el ambiente se hace más claro y más frío; entonces cientos de mariposas blancas vuelan sobre los verdes campos de la Sierra, en la zona central del estado de Veracruz, y los nahuas saben que es el momento de empezar a preparar las ofrendas a sus muertos. Octubre llega, el maíz está a punto de ser cosechado y las flores, nardo y azucenas, se entremezclan con las milpas; entonces la ánimas, en forma de mariposas, anuncian su llegada, portando un mensaje que año con año se repite, y manteniendo así una tradición milenaria.

 LOS DÍAS DE MUERTOS-  
Rafael Delgado es un pueblo nahua que se encuentra muy cerca de la ciudad de Orizaba. Para recibir a las ánimas primero hay que sembrar nardos, azucenas y gladiolas que deberán estar floreciendo para esos días. Conforme avanza el mes de octubre se intensifican las actividades. La noche del 31 de octubre se sitúa la ofrenda de los niños, consistente en flores, canastitas, tenatitos con ceras, pan, chocolate y juguetes. Los alimentos no son muy abundantes, sólo se ponen plátanos en grandes cantidades de pan elaborado especialmente para esta ocasión. Las mujeres hacen tamales de fríjol y masa ( pues en estos días es preferible no hacerlos de carne) y preparan el chile para los dos tipos acostumbrados de mole, uno más “espesito” y el otro más “aguadito”.

La Sierra ha sido una región productora de cacao desde la época prehispánica y por eso en las ofrendas el chocolate siempre esta presente, ya sea en tazones de loza o en grandes jarras, porque es una de las bebidas preferidas por las ánimas. Las festividades son el momento de consolidar la relaciones familiares y de honrar a los parientes desaparecidos, son un periodo de intensa actividad; los hombres son los encargados de deshierbar el panteón y limpiarlo, y de matar y desplumar los guajolotes que las mujeres cocinarán en grandes ollas. Hasta hace unos años los tamales y el mole se colocaban en el altar, pero uno de los sacerdotes de la parroquia los convenció de que eso “estaba mal” y desde entonces ponen la carne cocida y los tamales en tenates o canastas colgadas enfrente del altar. Para los niños es una época feliz: mientras deshojan las flores de cempasúchil ríen y se cuentan historias; estos pétalos servirán para hacer cruces y caminitos al frente de sus casas, y así las ánimas sabrán que la ofrenda ya esta lista.

La ofrenda para los adultos debe estar colocada el 1°, de noviembre y durante esa noche se sahúma constantemente, entonces un intenso aroma a copal se esparce por toda la población y las familias rezan, recordando a sus muertos durante toda la noche. El día 2, al filo del mediodía, el panteón se convierte en un jardín, las tumbas se adorna con flores blancas y amarillas, cruces y velas; es este un momento de oración y de reflexión. Al regreso del cementerio se reparte la ofrenda entre compadres o ahijados: es frecuente ver a las familias nahuas cargando las canastas repletas de tamales, pan y mole adornadas con vistosas servilletas bordadas, caminando por las calles para visitarse y compartir la ofrenda. Aun cuando muchas tradiciones se han perdido, entre los nahuas de la Sierra de Zongolica todavía existe la creencia de que cuando no se pone el altar se sueña con los muertos; ahí se considera una obligación moral recordar a sus muertos siquiera una vez al año... cuando aparecen las mariposas blancas.

Fuente visitada.
mexicodesconocido.com

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