miércoles, 8 de junio de 2011

CEREMONIAS FAMILIARES


Por los cronistas sabemos que en el México prehispánico los niños recibían una miniatura cuando nacían, la cual les ayudaría a ser mejores en el trabajo que les correspondía. Actualmente, algunos pueblos indígenas siguen esta tradición: a los niños les ponen en la mano una herramienta miniatura para trabajar el campo y a las niñas un malacate o un xoxopaztle, también pequeños. Estos elementos, usados en el bautizo, simbolizan su oficio futuro. Otras ceremonias específicas según las tradiciones de cada grupo, se celebran durante el parto, el matrimonio, la construcción de una casa o inclusive la muerte.

NACIMIENTO TOTONACA

La partera baña al recién nacido con agua caliente mezclada con aguardiente refinado. Primero le oprime la cabeza en sentido longitudinal y transversal, luego le oprime el paladar, acción a la que llaman “paladear” y entierra el cordón umbilical profundamente, para que no lo saquen los perros, lo que provocaría la furia de las Madres de Oriente.

La ceremonia se celebra cerca de la casa o en un rincón del interior. Si es un niño, entierran un sombrero, si es niña, una jicarita. Sobre Pápalo se pone la vasija, que se hace expresamente en miniatura porque creen que su tamaño determinará el apetito que el niño tendrá cuando sea adulto. Al día siguiente, la partera lava la ropa de la parturienta, después de rezarle al agua. Cuatro días después, las dos mujeres van al lugar donde enterraron el cordón umbilical. Le imploran a Natsi’itni y le llevan una ofrenda que consiste en una vela y alcohol. Enseguida, empieza una serie de baños de temazcal para la madre.

Posteriormente celebran una ceremonia llamada alzar el alma del niño, ya que ésta pudo caer al suelo durante el parto. Este rito lleva una ofrenda que consiste en un pollito que se le da a la Tierra.

Ocho días después, celebran la ceremonia de alzar la cama, arrojan el petate en el que la mujer parió en el monte, después de regarlo con la sangre que brota de la pata de un pollito y refino. Se acompaña con velas y flores.

BODA TOTONACA O DEL CÍRCULO

El novio le compra el atuendo a la novia, quien será vestida y arreglada por su madrina de bautismo; lo mismo sucede con el muchacho y su respectiva madrina. La novia porta una corona de flores y un velo corto. Viste un quechquémitl transparente y brillante, una camisa bordada y unas naguas de seis metros de largo con una faja en la cintura. El calzado son botines y se adorna con anillos y aretes de oro. Los hombres portan camisa y calzón almidonados, confeccionados de popelina blanca. Cuando hace frío se utilizan cotonetas.

Durante la ceremonia participan un rezandero y una rezandera, para que la pareja nunca se separe; y se encargan de que los músicos toquen los 12 sones chiquitos, llamados en totonaco xalaktzú. Por lo general, participan tres músicos: violinista, jaranero y huapanguero.

Antes de comenzar el baile se lleva a la novia a la casa del novio, encabezando el contingente un trío de huapangueros que tocan un son especial y tradicional para este caso. Los sigue una rezandera con su incensario humeante y, detrás de ella, caminan los padres, sus padrinos, otros familiares y todos los invitados. Mientras tanto, el novio y su familia esperan a la novia y su comitiva con un petate, que al llegar, extienden frente al altar. Los prometidos y la rezandera se hincan para recibir las bendiciones de sus padres, mientras que los músicos tocan el son de la santiguada.

Después, sentados sobre el mismo petate, les pasan una charola con trozos de carne; el novio toma uno con la mano y se lo ofrece a la novia, y luego ella hace lo mismo. Posteriormente toman vino. Mientras tanto, el rezandero cuida el aguardiente que está enterrado, y le da de beber a la tierra antes de que tomen los invitados.

Cuando todos han bebido, inicia propiamente el baile tradicional de La Boda del Círculo. Los novios permanecen sentados sobre el petate, mientras los acompañantes bailan alrededor de la mesa, donde se ponen los alimentos que serán degustados por todos los invitados y participantes de la boda. La mitad de las personas dan vuelta a la derecha y la otra mitad a la izquierda. El padrino toma un guajolote y le pone un collar de flores. Al término de la comida se toca un son huasteco.

LA CEREMONIAS DE LAS CASAS ENTRE LOS OTOMÍES

En algunas comunidades indígenas de México, se practican ceremonias especiales cuando se construye una casa. Generalmente, la construcción de las viviendas se hace, según la costumbre prehispánica, de ayudar sin esperar nada a cambio, práctica conocida con el nombre de tequio.

Los otomíes celebran la ceremonia cuando ya han vivido algún tiempo en la casa, en agradecimiento por haberles dado cobijo. Si no lo hacen, el espíritu de la casa puede enojarse con el dueño y éste enfermará.

La celebración consiste en colocar el tronco de un árbol, como los que se usaron para su construcción, en el centro de la casa y en adornar el techo con un “sol” hecho con hojas de palma, al que le pegan en el centro una figura recortada en papel amate blanco. Pegan otras figuras iguales en las paredes del altar.

La persona encargada de celebrar esta “costumbre” barre el lugar con una escoba mágica, ayudada por 8 niños: cuatro, que se paran en cada esquina de la casa y disparan flechas al tapanco y los otros, parados en el centro, las disparan al techo. Cuando el rezandero termina de “limpiar” el sitio, toca y baila alrededor del tronco con los niños.

En todas las ceremonias otomíes, el rezandero prepara las figuras recortadas de papel amate. En la casa coloca varias de esas figuras para formar dos cruces y en cada esquina pone una vela encendida. Luego reza y salpica las figuras con la sangre de un pollo que mata mientras danza alrededor. Después envuelve el pollo muerto con las figuras de papel amate, para hacer un “manojo”, que sirve para completar la ceremonia de “limpieza”.

popularte/esp

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