domingo, 3 de octubre de 2010

IZTACCÍHUATL-"MUJER BLANCA"


Iztaccíhuatl (náhuatl: Iztac, cíhuatl, «blanco(a), mujer» ‘mujer blanca’) (también llamado: Ixtlacihuatl, Ixtaccihuatl) es un volcán extinto ubicado en su mayoría en el municipio de Tlalmanalco, en el centro de México. Es la tercera montaña más alta del país, después del Pico de Orizaba (5610 msnm) y el Popocatépetl (5500 msnm). Se localiza en los límites territoriales de los estados de México y Puebla. Su nombre proviene de una princesa de la mitología azteca que fue deificada tras su muerte.
El nombre de esta fabulosa montaña se debe a que durante siglos fue posible admirarla cubierta de nieve desde cientos de kilómetros a la redonda, pero el calentamiento global ha provocado que sus glaciares retrocedan o desaparezcan y que las nevadas sean cada vez más y más escasas. El volcán presenta varios picos: el más alto, a 5220 msnm, es conocido como «el Pecho»; sobresalen también «la Cabeza» y «los Pies». Estos nombres se deben a la silueta de la montaña, que recuerda el perfil de una mujer recostada, con el cabello extendido hacia el lado opuesto de su cuerpo. Por esta razón se la conoce no sólo como Mujer blanca, sino también como Mujer dormida. El Iztaccíhuatl se encuentra a unos 55 km al sureste de la Ciudad de México, y algunas veces puede verse desde ésta; debido a su cercanía con la capital cultural, política y económica del imperio azteca, del virreinato de la Nueva España y de la República Mexicana, se han generado un sinnúmero de expresiones artísticas y literarias en torno a esta montaña y a su también mitológico acompañante, el volcán Popocatépetl.

El primer registro de ascenso de esta montaña data de 1889, pero evidencia arqueológica indica que los aztecas e incluso culturas anteriores ascendieron esta montaña. El volcán se encuentra dentro del parque nacional Izta-Popo-Zoquiapan.

En la mitología azteca, Iztaccíhuatl fue una princesa que se enamoró de Popocatépetl, uno de los guerreros de su padre. Su padre envió a su amor a una batalla al Estado de Oaxaca, prometiéndole entregarle a su hija si éste regresaba victorioso y con la cabeza de su enemigo en la lanza. Tiempo después el guerrero regresó y la cabeza de su rival sangraba en su lanza. Recibió el festín por su victoria, sin embargo su lecho de amor se dio por acabado, la princesa había muerto. Con el corazón roto llevó el cuerpo de su amada a un monte, y los dioses la convirtieron en volcán inactivo, después, el guerrero tomó una antorcha y prometió que ningún huracán por más fuerte que lleve sus aguas apagará su fuego que vela el cuerpo de su amada, para concluir esto, los dioses le entregaron la eternidad convirtiéndolo en volcán, a cambio de custodiar a la princesa Iztaccihuatl.

Otra versión dice que el padre de Iztaccíhuatl, (Tezozómoc), mandó a la guerra en Oaxaca a su amado Popocatépetl, prometiéndole la mano de su hija si este regresaba
victorioso (lo cual el padre de Iztaccíhuatl supuestamente no creía posible). Popocatépetl ganó la guerra, pero como el padre de Iztaccíhuatl no quería que ella se casase con el por lo que Iztaccíhuatl recibió noticias de que su amado había muerto en batalla y ella murió de pena. Cuando Popocatépetl regresó y se enteró del trágico destino de su amada murió también de tristeza por haberla perdido; los dioses se conmovieron de ellos y los cubrieron con nieve para transformarlos en montañas

Existen aún más versiones de la misma leyenda. En una de ellas se cuenta que la princesa Iztaccíhuatl, por ser la doncella más hermosa, sería sacrificada a los dioses para las buenas cosechas. Sin embargo, el guerrero Popocatépetl la amaba y no podía permitir que la sacrificaran. Para evitarlo, tuvo que huir con ella, pero cuando escapaban los guardias los descubrieron y una flecha hirió a la princesa. Su amado la tomó en brazos y continuó corriendo, una vez lejos, a salvo, la recostó sobre el campo, jurándole que la cuidaría por siempre y que esperaría hasta que ella despertará de su sueño para poder continuar viviendo su amor. Pero ha pasado tanto tiempo que los campos y la nieve los han cubierto.

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